Viernes 3 de Octubre de 2014
Julio Cortázar fue homenajeado anteayer en Bolívar, a propósito de cumplirse este año el centenario de su nacimiento.
Durante todo 2014 se han venido realizando tributos en la Argentina y parte del mundo a la figura del genial escritor nacido en Bruselas. En este caso, el homenaje se tituló “Pasos, recorridos y sensaciones cortazarianas”, y consistió en recrear los caminos de Cortázar en nuestra ciudad, donde vivió durante unos dos años en los que se desempeñó como docente de Geografía del viejo Colegio Nacional al tiempo que escribía algunas de sus cosas.
El programa fue organizado conjuntamente por la comisión distrital de Patrimonio, el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº 27 y las áreas municipales de Prensa, Educación, Turismo y Cultura.
Junto a cinco docentes más, el autor de “Libro de Manuel” arribó a Bolívar en tren, en la madrugada del 12 de junio de 1937. Esto fue rescatado por Silvia Di Fiore, de la comisión distrital de Patrimonio, en el primer segmento de la guía que comenzó a las dos de la tarde del martes en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica, la vieja sede del ex Colegio Nacional donde trabajó Cortázar. Allí se nuclearon referentes de los organismos a cargo de la organización, y una buena cantidad de público en general, básicamente gente vinculada a la educación, es decir estudiantes de las carreras que dictan en el Instituto convocante y docentes.
Di Fiore tomó la palabra para recordar con minuciosidad el derrotero del viejo Colegio bolivarense para completar su plantilla de educadores, a la que finalmente se incorporarían Adolfo Cancio, Rodolfo Crespi, Marcela Duprat, Diógenes Sordelli y Mercedes Arias. El gestor de las tratativas fue el ex diputado nacional y ex intendente Rogelio Solís.
Cabe recordar que el decreto de fundación del Colegio Nacional fue emitido en 1929. El edificio había sido construido por la familia Naranjo, y el requisito sine qua non era que debía ser utilizado para una escuela. En 1930 el establecimiento fue inaugurado, pero un año después sufrió el cierre por falta de presupuesto (los estudiantes tuvieron que proseguir sus carreras en Azul). La luz verde para su reapertura definitiva se otorgaría a fines de 1936, gracias a las gestiones del mencionado Solís. En ese momento no tenían docentes para cubrir las cátedras de Castellano, Historia, Geografía, Francés, Inglés y Matemáticas. En principio Solís distribuyó los puestos entre chacareros a los que debía algunos favores; el reparto de cargos se realizó en un club social, entre naipes y copas. La plantilla, como era previsible, fue rechazada por el Ministerio de Educación. Entonces Solís se contacta con el Colegio Mariano Acosta de Buenos Aires, donde pide la nómina de egresados con honores. Allí surge el nombre de Cortázar, junto al de Adolfo Cancio y el de Diógenes Sordelli. Luego recurre al Lenguas Vivas, busca a los mejores promedios y allí encuentra a Marcela Duprat. Lo mismo hace en el Nacional de Buenos Aires, donde traba lazos con Rodolfo Crespi y Mercedes Arias. Los seis aceptaron su propuesta laboral.
Cancio, Cortázar y Sordelli habían sido compañeros de estudios. Los dos primeros congeniaban, pero no así con Sordelli, que era extrovertido, irónico y egocéntrico, todo lo contrario de Cortázar, según recordó Di Fiore. Adolfo y Julio eran amigos, compartían el gusto por el jazz y la música clásica, entre otras afinidades.
Al día siguiente de la llegada de los nuevos profesores, que se hospedaron en el Hotel La Vizcaína, se llevó a cabo la primera reunión en el colegio. Allí se resolvió, por sorteo, la distribución de las cátedras entre ellos, que tenían entre 23 y 25 años de edad. El rector Miguel Luis Capredoni, que era también el intendente de Bolívar y el director del hospital municipal, puso papelitos en un sombrero. A un atónito Cortázar, que acaso hubiese preferido otro método, le tocó Geografía.
El colorido relato de Di Fiore hizo eje más tarde en las primeras clases de Julio en nuestro Nacional, cuando les habló a sus veinte alumnos de su Bruselas natal, para romper el hielo y a la vez apaciguar las clásicas bromas estudiantiles a los profes recién llegados. (El autor de “El otro cielo” impactaba por su altura, de casi dos metros, su rostro lampiño y blanco y su acento francés, una mezcla bastante peculiar a ojos de aquellos viejos alumnos que naturalmente no sabían que iban a tener el inesperado honor de ser aprendices de un genio.)
El creador de la revolucionaria “Rayuela” pretendía continuar con sus estudios universitarios, pero tuvo que aceptar el trabajo en Bolívar para poder ayudar a su madre, su hermana y su abuela. Nunca empatizó demasiado con una ciudad que no se caracterizaba -posiblemente casi ochenta años después, tampoco-por una intensa vida cultural como aquélla a la que hubiese elegido pertenecer. (Incluso son muy conocidas, aunque por lo común aquí prefieran citarse a voz cuasi muda, las desdeñosas parrafadas de Cortázar hacia nuestra ciudad y su gente.) Por eso es que en ‘la ciudad de las palmeras’ no hacía mucho más que ir del trabajo a casa y de casa al trabajo, como rezaría unos años después el lema del peronismo, fuerza política que aborreció en su primer período de gobierno nacional. El trabajo era en el Nacional, y su morada estaba en el Hotel La Vizcaína, precisamente el segundo y último punto de la recorrida organizada en su homenaje, previa parada en la plaza Alsina.
Luego, por la tarde, la directora municipal de Educación, Patricia Ponsernau, su par de Cultura, Santos Vega, y la directora del ISFD, Graciela Scarillo, procedieron a descubrir una placa alusiva en el salón del establecimiento educativo donde Cortázar impartía sus clases de Geografía. La placa fue aportada por el gobierno municipal. Estuvieron presentes durante esta breve ceremonia, representantes de todos los organismos que motorizaron el homenaje, inspectores e inspectoras educativos del distrito y la región y público en general. De inmediato, en un salón contiguo, siempre en la planta alta de la escuela con sede en calle Güemes, alumnos de la entidad y docentes leyeron cartas entre Cortázar y otros docentes del Nacional.
La última posta del programa se realizó en el Cine Avenida, en las horas finales de la tarde. Allí, la Dirección municipal de Educación, que encabeza Patricia Ponsernau, entregó a bibliotecas de la ciudad la ‘biblioteca Cortázar’, conformada por una docena de obras del autor. Para cerrar la propuesta, se proyectó el film de animación para adultos “Historias de cronopios y de famas”, dirigido por Julio Ludueña y estrenado en la Argentina el año pasado.
Chino Castro