Viernes 12 de Septiembre de 2014
Democracia acompañó a una persona discapacitada a recorrer las calles juninenses con el objetivo de detectar los principales obstáculos a la hora de movilizarse. Afirman que faltan rampas de acceso y egreso y que las veredas son un verdadero "desastre".
Junín es una ciudad poco amigable con el derecho a la movilidad de las personas con capacidades diferentes. “Nada amigable”, asegura Ricardo Agudo, “Ricky”, de 61 años, desde su silla de ruedas, en la terminal de ómnibus local, donde trabaja de mandadero. Democracia lo acompañó a recorrer las calles juninenses, para conocer cuáles son los principales obstáculos que deben sortear las personas con problemas de movilidad. El sol de la tarde, apenas tibio, enceguece la vista sobre la calle Rivadavia, entre Newbery y Jean Jaures, en la zona de la Unnoba y del paso a nivel.
Al filo de la hora pico, cuando los chicos salen de la escuela y muchos oficinistas y empleados terminan la jornada laboral y emprenden el camino a sus hogares, autos, motos, bicicletas y peatones desfilan incansablemente sobre las vías, destartaladas, del tren.
Y Ricky va. Esquivando autos. Por el medio de la calle.
“Sé que tal vez esté mal que vaya por la calle. Pero entonces que me digan por dónde tengo que ir y yo voy”, desafía.
La silla se atasca en las vías del paso a nivel, pero Ricky ha desarrollado una formidable habilidad y fortaleza física que lo ayudan a seguir adelante. “La fortaleza es de acá”, aclara, y señala con el dedo a la altura de su sien.
Un peligro
“Nunca pensé que iba a correr estos riesgos”, expresa, en referencia al tránsito.
Las veredas están en mal estado y el pavimento sufre el desgaste del traqueteo constante de los rodados y del propio tren, el de carga y el de pasajeros. El principal problema, asume Ricky, es que faltan rampas para discapacitados y que las veredas –cuyo mantenimiento es responsabilidad de los frentistas- son un “desastre” y representan un “riesgo, no sólo para los discapacitados, para todos, para los abuelos, las mamás, los niños”.
“Las motos suben por las rampas y se van rompiendo”, asegura. Sin embargo, Ricky, que sufrió poliomelitis, una enfermedad terrible que lo llevó a ser intervenido quirúrgicamente en catorce oportunidades, afirma que los conductores, en general, lo respetan. “Soy millonario en amistades”, afirma, mientras muchos vecinos lo saludan desde sus autos.
“Otro problema son los hoteles, las clínicas, las construcciones muchas veces no están preparadas y la silla de rueda no pasa. Tengo muchos problemas para ir al baño”, lamentó.
“Estoy con Cristo, soy creyente, y por eso no me caigo”, responde.
“Voy en silla de rueda a la Laguna de Gómez o a la Clínica La Pequeña Familia a hacer mandados. La gente me pregunta si no me complica y yo les digo que no. Soy fuerte y lo puedo hacer, pero hay mucha gente que no puede y se queda encerrada", dijo.