Miércoles 11 de Noviembre de 2015
La mujer, que fue víctima de la trata de personas entre los 17 y 23 años, presentó en Junín su libro "Ninguna mujer nace para puta" y brindó una charla en la que compartió su testimonio de vida y el proceso de recuperación de su identidad y su cuerpo.
Sonia Sánchez, quien entre los 17 y los 23 años fue víctima de la trata de personas, visitó Junín para presentar su libro "Ninguna mujer nace para puta" en la que brindó su testimonio sobre cómo logró liberarse y recuperar su identidad.
El evento fue parte del Festival de las Mariposas que tuvo lugar el fin de semana pasado en Arte Va, situado en Bernardo de Irigoyen 125 de esta ciudad.
En diálogo con TeleJunín, Sánchez contó cómo fue el día que tocó fondo. "Después de una gran golpiza de un varón prostituyente me atreví a decir no. Las putas no pueden decir no. Porque sos puta solo debes obedecer", dijo la mujer, quien viajó a Buenos Aires a los 16 años en busca de oportunidades.
La mujer dijo que se negó a someterse a una práctica sexual violenta. "Me salvó la vida el conserje porque pude llegar ensangrentada a la puerta y golpearla fuerte", relató.
Sonia contó que ese día todo quedó allí porque "llegó la policía, el señor arregló la coima y se fue a trabajar. A mí me llevaron presa". Estuvo alojada en la comisaría con un fuerte dolor en el oído izquierdo producto de los golpes recibidos por el prostituyente.
"Volví a mi casa y entré en un shock emocional profundo. Yo siempre he dicho que esa fue la noche más larga y oscura de mi vida", afirmó.
"Si miras a la puta de Junín, está parada ahí, se come la vida, la esquina, pero no es nada. Es una imagen y tiene que estar sonriendo aunque le duelan los dos ovarios y todo y tienes que sonreír. Eres como un gran payaso", aseguró.
Esa noche, cuando llegó a su casa, en medio del shock, vio un espejo recostado en la pared. "Por primera vez en mi vida no huí con etiquetas como 'trabajadora sexual', 'mujer en situación de prostitución', 'mujer pobre' y me quedé frente a ese espejo. No vi a esa Sonia de 16 años que viajó para progresar buscando trabajo como empleada doméstica a la gran ciudad", dijo.
"No vi a la 'trabajadora sexual' que me decía la CPA, no me vi en la 'mujer en situación de prostitución' que dice el mundo feminista. Vi a la puta. Y la pronuncié como estoy diciendo para poder sacarla de mi, que me la introyectaron los miles de varones que pasaron por mi cuerpo", expresó.
"Si era puta y tenía un varón durmiendo al lado mío todas las noches, no era mi marido, era mi cafillo, mi fiolo. Como puta no tenía clientes, sino prostituyentes. No tengo amigas ni compañeras porque eso no existe en la esquina, ni siquiera en un prostíbulo", dijo y manifestó que en ese mundo "solo hay pequeñas complicidades".
Sonia contó que llenó cinco bolsas con todo el "estereotipo", en los que se incluía la vestimenta y los tiró a la calle. "Me senté frente al espejo y me hice una pregunta, que hasta hoy me sigo haciendo, y que me ayuda a construirme lo que soy hoy. ¿Quién soy? Me hice esa pregunta y me dolió", dijo.
Y la respuesta fue: "No era nada, ni siquiera la puta. Lo pronuncié solo para decir basta. No tener una identidad de donde agarrarte duele".
Al día siguiente, Sonia salió a buscar trabajo. Y consiguió en una fábrica de cucuruchos."Después, el reconstruirme como estoy hoy. Hace muchos años estoy en ese proceso. Sigue. Primero recuperé mi cuerpo porque cuando te hacen la puta de todos, tu cuerpo no te pertenece. Es alquilado. Entonces me metía debajo de la ducha, primero maneje la vergüenza de verme desnuda", afirmó. "Tenía que mirarme reconocer mi cuerpo y aceptarme como era. Perder la vergüenza me llevo muchas duchas y llorar", agregó.
"Después fue aprender a acariciar. Porque la puta no sabe acariciar. Solo recibe manoseos. Tenía que aprender para poder relacionarme. ¿Y cómo diablos iba a abrazar a alguien si yo no supe nunca? A los 16 me hicieron puta. Después descubrí todo lo bello de hacer el amor, abrazar, besar, acariciar y desear al otro o la otra", expresó.
El proceso siguiente fue comenzar a tener voz propia y sacarse el "lenguaje prostibulario" y "darle a las palabras el valor" que ella quería. "Yo puedo decir puta pero no para humillar a otra mujer ni nombrarla ni para nombrarme yo, sino para incomodar a los gobernantes. Si hay una puta es el resultado de sus políticas públicas. A las otras mujeres las llamo hermanas", dijo.