Sábado 4 de May de 2013

A 21 años del séxtuple crimen de La Payanca, misterio intacto

  • La Opinión - Trenque Lauquen

La Payanca quedó congelada en un frío de muerte y olvido forzoso

La Payanca quedó congelada en un frío de muerte y olvido forzoso. Su casco, donde ocurrió la terrible y metódica masacre de tres personas, está abandonado, rodeado de álamos, eucaliptos e invadido de pastizales que 21 años atrás eran arrancados con prolija regularidad.   Tanto verde sumerge a la construcción en una penumbra silenciosa, apenas rota por el entrechocar de aspas sueltas de un molino desdentado y el canto frenético de teros que se sienten invadidos   Aquel otoño de 1992, en uno de los dos campos de esta estancia ubicada a unos 30 kilómetros del centro de General Villegas y a unos 480 al oeste de Buenos Aires, se había sembrado soja.   Fue la última cosecha de María Esther Acheriteguy (46), “Chila”, la dueña del campo. Su cuerpo fue descubierto el 9 de mayo de aquel año golpeado, baleado y en avanzado estado de descomposición dentro de la vivienda, junto al cadáver de su hijo José Luis Gianolio . El joven, de 22 años, también había sido golpeado brutalmente y baleado. “Chila” había recibido ese campo como herencia: ella cuidaba a su anterior dueño, quien se lo dejó en muestra de gratitud .   El linyera   En el galpón, a unos cinco metros de la casa, había un tercer cadáver, en similares condiciones que los anteriores. Era el del linyera Francisco Luna, a quien la dueña le daba albergue en ese lugar a cambio de algunas tareas rurales. Junto a él también aparecieron dos pequeños gatos muertos , presuntamente por obra de los asesinos.     Las distancias de un campo a otra no son cortas: unos tres kilómetros de horizonte llano . Pero un estanciero vecino, Roberto Zunino, notó que el tractor de la familia había quedado días “parado en el medio de la melga (el campo arado), veía luces prendidas día y noche y no se advertía ningún movimiento”. Decidió ir a ver qué pasaba con otro conocido. No llegó a entrar a la casa: “El ambiente que había nos asustó. Olimos algo feo y fuimos a buscar a la Policía”. Finalmente, tuvo que entrar como testigo: ahí vio los cuerpos con más de una semana de fallecidos. “Fue una visión horrorosa ”, declaró entonces.   Todo placidez   Hoy, la visión que da La Payanca desde la entrada de su casco hacia afuera, dista de ser esa. El paisaje es sereno, hasta plácido. La brisa sopla suave… Pero lleva hacia adentro, hacia donde está la casa, un aire que respira tristeza; que ni los fantasmas, si los hubo alguna vez, como intuyen los paisanos, pudieron tolerar . La Payanca –nombre de un modo de enlazar al ganado por sus patas delanteras– quedó en negativo y en positivo : rica y fértil; áspera y mortífera. El testimonio de Zunino fue de los primeros en llegar a los Tribunales de Trenque Lauquen, para inaugurar la causa que se abrió por el “triple crimen”. Pero esa carátula duró apenas un día: en el otro campo, el que había sido sembrado con maíz, en un rastrillaje de manual la Policía encontró 24 horas después otros tres cuerpos : baleados, golpeados y con signos de putrefacción.   Estaban semitapados con rastrojos: eran los de Omar Reid (21) y Eduardo Gallo (22), peones de la estancia, y de Alfredo Forte (49), concubino de “Chila” . Estaban al costado del camino de ingreso al campo, a uno 300 metros de la tranquera y a 1.500 metros de la casa donde aparecieron los otros cuerpos . Dos cruces de hierro oxidadas, distantes unos 120 metros una de otra –una ladeada, casi a punto de caer– sujetas a postes del alambrado, recuerdan hoy aquel hallazgo. Mudas.   La masacre conmovió a Villegas y tomó el nombre del pueblo . Hubo marchas de silencio e insistentes reclamos de justicia, miedo, acusaciones, sospechas, recelo y, finalmente, cuatro detenidos . “Agarraron a cuatro perejiles”, se indigna todavía hoy Ariel, el vecino de la familia masacrada . La Justicia los liberó luego por “falta de mérito” También hubo infinidad de especulaciones y teorías sobre el séxtuple crimen, que sigue impune y cubierto de una estela de dudas: desde narcotráfico a disputas familiares del robo a un ritual satánico.   El campo quedó en propiedad de Claudia Gianolio, hija de “Chila”; vive en Mar del Plata.   Antecedente   Con resignación, y 20 años de por medio, Villegas ya se sacudió de su nombre a “la masacre” . En su cementerio ni siquiera hay registro de las víctimas, salvo de Omar Reid; su familia fue la que más reclamó justicia . Los crímenes ahora son “de La Payanca” pero no incluyen al primero de todos , al de Alberto Gianolio, marido de “Chila” y padre de sus hijos . A él en 1985 un peón lo esperó en la tranquera y lo asesinó, celoso porque –dijo– “le arrastraba el ala a mi mujer”.    inShare

 

 

 
 

 

               


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